La vida de Fidel hasta antes del Moncada

 

Fidel Castro nació el 13 de agosto de 1926 en la plantación de azúcar que su padre poseía cerca de Birán, una localidad costera de la provincia de Oriente. El padre de Fidel, Angel Castro, nacido en Galicia, había llegado a Cuba con el ejército español durante la guerra con los Estados Unidos.

Al término de la guerra, Angel Castro, decidió probar fortuna en Cuba. Su primer empleo fue como trabajador manual de la compañía norteamericana United Fruit Company. Angel era muy trabajador y astuto, y hacia 1926 había adquirido unas 10.000 hectáreas de caña de azúcar. De su primer matrimonio con una maestra cubana nacieron dos hijos, Lidia y Pedro Emilio. Al morir su primera esposa, se casó con Lina Ruz González, de quien ya había tenido tres hijos: Angela, Ramón y Fidel. Después del casamiento, tuvieron cuatro hijos más, tres niñas y un niño, Raúl, que siempre estuvo muy cerca de su hermano mayor, Fidel.

La infancia de Fidel transcurrió sin preocupaciones. Alto y atlético, pasaba sus tardes cabalgando por las tierras de su padre junto con sus hermanos. Los trabajadores de la plantación de azúcar lo recuerdan como un muchacho apasionado, rebelde y con una tremenda vocación de liderazgo. Disfrutaba nadando con sus amigos en un río cercano, pero su verdadera pasión era el mar. Con un temprano entusiasmo, visitaba frecuentemente el puerto, donde pasaba las horas escuchando atentamente las historias de los pescadores, que narraban combates con tiburones o ballenas.

El amor de Fidel por la aventura se combinaba con un fuerte deseo de independencia personal. Aproximadamente a los seis años pidió a su padre que lo enviara a la escuela. Angel Castro no creía demasiado en la escolarización, que ni él ni su mujer habían tenido, y rechazó el pedido del niño, pero Fidel fue tan persistente que finalmente terminó por aceptar y lo inscribió en una escuela pública.

Los compañeros de escuela de Fidel eran niños de familias pobres de la zona, casi siempre descalzos y miserablemente vestidos. La experiencia realizada junto a ellos indudablemente lo ayudó a sensibilizarse ante la injusticia económica y desempeñó un papel importante en la formación de su ideario político.

En 1942, a la edad de 16 años, Fidel marchó a La Habana para continuar sus estudios. Asistió a la conocida Escuela Preparatoria Belén, una institución dirigida por los jesuitas, que figuraba entre las mejores de nivel secundario de Cuba. Se convirtió en un alumno brillante, excelente polemista, y en un destacado deportista en béisbol y atletismo. En 1944 fue elegido como el mejor deportista de las escuelas secundarias del país. Una inscripción en su fotografía de graduado, de junio de 1945, decía: “No dudamos de que llenará el libro de su vida con páginas brillantes.”

En cierto sentido, nunca perdió sus cualidades de niño campesino. Prefería caminar con sus amigos a concurrir a los bailes del colegio, y de hecho nunca frecuentó los ambientes sociales elegantes de la ciudad. Sin embargo, se lo conocía por su tranquila sobriedad, que otorgaba a sus excentricidades un cierto estilo.

Su naturaleza rebelde se hizo evidente ya en la escuela secundaria. Durante su primer año en Belén, un alumno mayor que él, lo desafió a una pelea a golpes de puño. Fidel peleó hasta que no pudo seguir sosteniéndose en pie. Al día siguiente, buscó revancha por su anterior humillación y arremetió contra su adversario pero nuevamente recibió una paliza, que acabó cuando sus compañeros los separaron. Al tercer día volvieron a luchar sin pausa, pero para entonces el otro muchacho ya no quería saber nada de peleas. “El rasgo más importante del carácter de Fidel - dijo su hermano años después - es que nunca acepta la derrota.”

Fidel Castro ingresó a la Universidad de La Habana en 1945. Una de las características distintivas de la vida universitaria en Cuba era la violencia política del estudiantado; frecuentemente las elecciones universitarias concluían a puñetazos o a tiros. La escena política en el ámbito universitario estaba dominada por grupos tales como el Movimiento Socialista Revolucionario o la Unión Revolucionaria Insurreccional.

Fue en ese marco de inestabilidad que la política se convirtió en la gran pasión de Castro. Decidió estudiar leyes. A pesar de que no dedicaba mucho tiempo a los estudios, su prodigiosa memoria le permitió aprobar la mayoría de los cursos con notas sobresalientes. Castro no era un estudiante común. Su espíritu dinámico fue inmediatamente reconocido por sus compañeros, quienes lo incorporaron a la Federación Estudiantil Universitaria cuando cursaba el primer año de su carrera. En esa organización obtuvo pronto la adhesión de algunos círculos que apreciaban su elocuencia y sus condiciones de liderazgo. Participó en reuniones y marchas de protesta contra la política del gobierno y, como muchos otros estudiantes políticamente comprometidos de su tiempo, integró un “grupo de acción”.

En 1947 algunos círculos políticos cubanos, en combinación con estudiantes universitarios, organizaron una expedición que se proponía invadir la vecina República Dominicana para derribar a un odiado dictador, el general Rafael Trujillo. Fidel abandonó los estudios para unirse al grupo. Durante tres meses, los rebeldes se entrenaron en una desolada isla llena de mosquitos cerca de la costa cubana. En el momento en que la pequeña flota de invasión estaba a punto de zarpar, la policía cubana se hizo presente para detenerlos. Castro se libró del arresto gracias a que pudo saltar de la embarcación y nadar hasta la costa.

Después de aquella frustración, regresó a sus estudios, e ideó un insólito plan: llevar a La Habana la campana de La Demajagua, cuyo repiqueteo había anunciado en 1868 el comienzo de la Guerra de la Independencia contra España. Allí, según creía, el sonido de la campana simbolizaría el aniversario de la guerra y también se constituiría en un llamado de atención sobre la corrupta administración del entonces presidente de Cuba, Ramón Grau San Martín.

Él y sus amigos convencieron a las autoridades de Manzanillo, el pequeño pueblo donde estaba la campana, de que les permitieran llevarla. Después los estudiantes realizaron una triunfal gira por La Habana exhibiendo la campana en un automóvil descapotable. Cuando unos días después la campana desapareció de la Universidad, Castro pronunció el primer gran discurso de su carrera. Al frente de una asamblea estudiantil, denunció los engaños del gobierno: “los próximos años presagian miseria. El pueblo ha perdido su fe, pero pobres de aquellos que han matado esa fe cuando el pueblo se enfurezca”:

en 1948 Castro integró un grupo de estudiantes radicalizados que asistieron a una Conferencia Panamericana en Bogotá, Colombia. Los estudiantes, que representaban informalmente a diversos países latinoamericanos, protagonizaron una protesta contra la influencia extranjera y el colonialismo en sus países. La disputa entre los estudiantes y los diplomáticos internacionales presentes en la Conferencia fue relativamente cortés, pero inesperadamente la situación cambió de signo cuando se produjo el asesinato de un popular político colombiano, Jorge Gaitán. El episodio fue seguido de una serie de disturbios en los que murieron cientos de personas. En medio de la confusión nadie supo exactamente quiénes fueron los responsables. Pero sobre Castro y su grupo de delegados recayó la sospecha de haber intentado dar comienzo a una revolución comunista en Colombia. Fidel fue sacado del país en un avión de carga después de una rápida gestión del embajador cubano. 

Los acontecimiento de Bogotá dejaron en Castro una fuerte impresión. Nunca olvidaría esta manifestación de la tremenda violencia que subyace bajo la apariencia pacífica de las sociedades latinoamericanas.

A su regreso de Bogotá comenzó una vida más convencional. En octubre de 1948 se casó con Mirta Díaz Balart, una estudiante de filosofía de la universidad. El hijo de ese matrimonio, Fidelito, nació al año siguiente. En 1950 Castro se graduó de abogado y rápidamente pasó a integrar una pequeña firma de La Habana. Este momento de calma representaría sólo un muy breve interludio en la turbulenta vida de Fidel.

El estudio donde Castro trabajaba estaba situado en la parte vieja de La Habana. Entre sus clientes había tanto militantes estudiantiles como vendedores de hortalizas sometidos a un sistema de precios fijos. La mayor pasión de Fidel seguía siendo la política y dedicó sus esfuerzos a dejar alguna huella en la escena política cubana.

Castro y los hombres de su generación eran herederos de un pasado político tormentoso. La vida independiente de Cuba comenzó en 1902, cuando los Estados Unidos retiraron sus tropas y Tomás Estrada Palma se convirtió en el primer presidente del país. Pero la independencia tuvo un sentido nominal. En tres oportunidades, a lo largo de los siguientes 23 años, los Estados Unidos enviaron tropas a la isla para sofocar revueltas y asegurar la lealtad cubana a los intereses norteamericanos. Durante 7 años, en ese período de 23, el gobierno cubano estuvo directamente regido por representantes norteamericanos. Así, los partidos políticos se desacreditaron por completo, las elecciones fueron sólo una farsa, y la corrupción se convirtió en uno de los motivos centrales de la vida política cubana.

Hacia 1920, una generación de hombres nacidos bajo el dominio colonial español y crecidos durante los primeros años de la república comenzó a promover la idea de una identidad nacional entre el pueblo cubano. Los escritos de José Martí circularon intensamente y fueron por primera vez discutidos con avidez. Los espectaculares ejemplos de la revoluciones   mexicana (1910) y rusa (1917) parecían haberse constituido para esta joven generación en la prueba del acierto del argumento de Martí según el cual sólo una revolución violenta podía poner fin a la dependencia de los Estados Unidos y orientar a la sociedad cubana hacia una verdadera democracia.

En agosto de 1933, una ola de huelgas y marchas de protesta recorrió el país. El movimiento estalló a causa de la profunda miseria, pero también como respuesta al gobierno corrupto y tiránico del general Gerardo Machado. Éste, que había desempeñado la presidencia desde 1925,fue depuesto de su cargo.

En ese momento, un grupo de jóvenes oficiales, liderado por un sargento llamado Fulgencio Batista, se hizo con el control del ejército y desplazó al sucesor de Machado. En 1934 los Estados Unidos cancelaron la Enmienda Platt, lo que hacía de Cuba una nación políticamente independiente. De cualquier modo, los Estados Unidos retuvieron la base naval de la Bahía de Guantánamo, que continúa bajo control norteamericano hasta  el día de hoy. De 1933 a 1940 se sucedieron alternativamente presidentes militares y civiles, pero el hombre fuerte del gobierno cubano fue siempre Batista.

Durante este período, la intranquilidad social y laboral creció tanto en las ciudades como en el campo. En 1935 fue cruelmente sofocada una huelga nacional. Los jóvenes izquierdistas, ahora convencidos de que la revolución de 1933 había sido traicionada, se volvieron aún más inflexibles en el anhelo de una completa reforma del gobierno.

Mientras tanto, Batista decidió que quería ocupar el cargo de presidente no sólo tras bastidores sino también de hecho. Impulsó el proyecto de una nueva constitución, un documento que contenía cláusulas sorprendentemente progresistas en materia de trabajo y relaciones sociales. Batista, elegido en 1940, ejerció la presidencia por un período de cuatro años. Su administración  estuvo seriamente marcada por la corrupción.

En todas las ciudades de Cuba, Batista y su fuerza especial de policía organizaron un vasto sistema de extorsión. Todas las tiendas, bares y establecimientos comerciales fueron forzados a efectuar pagos regulares a los policías de cada distrito, que a su vez estaban fuertemente involucrados en la prostitución, el juego y el tráfico de drogas.

En 1944, limitado por la nueva Constitución que prohibía la reelección presidencial en períodos consecutivos, Batista aceptó la realización de elecciones libres. El doctor Ramón Grau San Martín, líder del Partido Auténtico, obtuvo la victoria. Batista abandonó el país y fijó temporariamente su residencia en Miami, Florida.

El gobierno de Grau, si bien introdujo mejoras en áreas como educación y salud pública, fue tan corrupto como el de Batista. A Grau le sucedió Carlos Prío Socarrás, también miembro del Partido Auténtico y asimismo comprometido profundamente con la corrupción que por entonces infectaba toda la sociedad cubana. Prío Socarrás ocupó la presidencia entre 1948 y 1952.

La inmoralidad de las administraciones del Partido Auténtico despertó el descontento de muchos de sus miembros. En 1947, un grupo de “auténticos” desencantados formó un nuevo partido, conocido como Ortodoxo. Eduardo Chibás, fundador del Partido Ortodoxo y político francamente carismático, deseaba llegar al poder por caminos legales. Creía que los ortodoxos debían constituirse en los verdaderos herederos de la tradición revolucionaria cubana. Fidel Castro, impresionado por las ideas de Chibás, se unió al Partido Ortodoxo y colaboró en la campaña que Chibás desplegó a través de todo el país.

Hacia 1951, se había convertido en el político de mayor arraigo popular en Cuba. Reinaban grandes expectativas  respecto de su posible elección para la presidencia, al año siguiente. Sin embargo, en ese verano Chibás se suicidó. Su muerte produjo un gran impacto entre los cubanos, sobre todo en Fidel y en los jóvenes militantes ortodoxos, pero a pesar de ello el partido siguió creciendo.

Los sueños y anhelos de la juventud cubana (crear una sociedad honesta y democrática) quedaron destrozados a comienzos de 1952. El 10 de marzo, tres semanas antes de las elecciones presidenciales, Batista derrocó al gobierno constitucional de Carlos Prío Socarrás. Con el apoyo de los oficiales más jóvenes del ejército, Batista pudo llevar a cabo el golpe de Estado rápidamente y casi sin derramamiento de sangre. Los oficiales tomaron las guarniciones militares de La Habana y Prío Socarrás no tuvo otra alternativa que abandonar el país.

Las motivaciones de Batista para dar el golpe militar eran simples. Candidato a presidente, sabía que no tenía ninguna posibilidad de ser electo: las encuestas lo colocaban en tercer lugar, después de los candidatos del Partido Auténtico y del Partido Ortodoxo. Batista y sus seguidores temían ser desplazados en el terreno económico por el surgimiento de intereses controlados por grupos rivales. El golpe le aseguraba a Batista continuidad en el gobierno, lo que garantizaba a su vez los beneficios que obtenía de la corrupción política y del gangsterismo.

Ramón Bonachea escribió en “La insurrección cubana”: “De una democracia corrupta, Cuba había pasado a una dictadura corrupta.” Batista acabó inmediatamente con las garantías constitucionales: las elecciones fueron suspendidas, las libertades de expresión y de prensa duramente recortadas y restringidas las actividades de los partidos de la oposición.

Los Estados Unidos, como no podía ser de otra manera,  reconocieron oficialmente el gobierno de Batista 17 días después del golpe. Asimismo, los líderes empresarios y sindicales de Cuba proclamaron rápidamente su apoyo al nuevo régimen. Los partidos de la oposición atravesaban una completa confusión, debido tanto a la ineficacia de sus dirigentes como a la represión policial. En el movimiento estudiantil se hallaban las únicas organizaciones claramente opuestas al golpe.

Fidel Castro, naturalmente,  apareció en el centro de las protestas. Tres días después del golpe, hizo público un manifiesto en el que llamaba “a los valerosos cubanos al sacrificio y a la lucha”. El documento concluía con las dos últimas líneas del himno nacional cubano. “Vivir encadenados es vivir en la vergüenza; morir por la Patria es vivir”.

Pocos días después, Castro presentó en la Corte de La Habana un pedido de castigo para quienes hubieran estado involucrados en el golpe; su presentación fue inmediatamente rechazada por la Corte.

El régimen de Batista fue haciéndose cada vez más corrupto, dictatorial y brutal. El arresto, el encarcelamiento sin juicio previo  y la tortura se convirtieron en un lugar común. En la medida en que repetidas veces habían fracasado los intentos de reencausar constitucionalmente al gobierno  por medios pacíficos y legales, Castro y otros cubanos radicalizados entendieron que la única opción que les quedaba era la lucha armada.

En todas partes surgían predicadores de la acción violenta, y Fidel advirtió que muchos otros jóvenes compartían con él sus sentimientos respecto de la causa cubana. En mayo de 1952, dirigiéndose a un grupo de simpatizantes compuesto por obreros y estudiantes de La Habana, afirmó que la revolución era una necesidad. La revolución - dijo - abre el camino de la virtud a quienes tienen ideales sinceros y coraje, a quienes ponen en riesgo sus vidas y llevan el estandarte de combate en sus manos.” Les advirtió asimismo que la liberación de Cuba era un deber, y que esa tarea no podía esperar a una nueva generación.

La Epopeya revolucionaria comenzaba a  nacer, y Fidel estaba dando los primeros pasos para convertirse en el Líder indiscutido de semejante gesta.