MANUEL HERNÁNDEZ OSORIO (MIGUEL)

 

Y después de aquello me dice un día: “Ya mañana me voy… voy a Camagüey a cortar caña. Hay mucho que trabajar…” Y a las nueve de la noche próxima se vistió de verde olivo para partir. Algo me hizo sospechar y fue lo de la pistola, y lo de los niños. Sucede que se le “quedaba” la pistola y se lo digo. Y me dice: “¿Tú sabes andar con ella?” Le respondo que sí. Y me dice: “Bueno, pues quédate con ella, porque allá donde vamos nos dan de todo…” Y ya vestido fue al cuarto de los niños, viró en la cama de Manuel y le dio un beso. Fue donde Jorge e hizo lo mismo y finalmente besó a la niña. Yo estaba a su lado algo asombrada, porque muchas veces le decía que si se iba a ir sin besar a los niños, y él me contestaba que eso era una bobería, que no se quería menos a los hijos porque no se les estuviera besando a cada rato. Y cuando ha besado a Maritza, le miro el rostro y por las mejillas de mi Manuel, tan riente de suyo, están corriendo dos lagrimones gruesos…

Luego me abrazó y me besó y se dirigió a la puerta. Salió, descendió algunos escalones y subió de nuevo y volvió a abrazarme y besarme. Finalmente, ya al timón del carro, sacó la cabeza, me miró mucho y me dijo adiós con la mano… Todos los días me acuerdo de aquellas lágrimas, de su ternura, de aquella la última vez que le vi. Partía a cumplir con su deber. Manuel ya sería “Miguel”, inmortal de América.

                                                                                (Testimonio de su esposa, Elvira Victoria Sol)

Echo a caminar de nuevo y cuando estoy a la altura de “Miguel”, faltando apenas quince metros para coronar el firme, siento, más que veo, un movimiento como de alguien que se esconde allá enfrente. Inmediatamente me tiro al suelo y le voy a decir a “Miguel” que haga lo mismo, cuando éste se vuelve y me pregunta:

- ¿Qué pasa?

Ahí suena el primer tiro. Se lo pegan a “Miguel”, que cae. Me acerco a él para socorrerlo, pensando que está herido, pero el tiro que le han dado, en el pecho, lo ha matado. Levanto la vista para ver si puedo liquidar al que le ha matado pero no logro ver al enemigo. Ahí se produce algo hermoso, inolvidable, ejemplo grandioso de lo que es el sentimiento que une al soldado revolucionario: pese a ver que estoy a su lado, observo que “Julio” se dispone a venir en socorro de “Miguel”. Le hago señas que se quede donde está, al lado de “Pablito”, que dispara ya, pero al parecer “Julio” no entendió, o su audacia y su estatura lo impulsaron, pues corre rumbo a nosotros. Un rafagazo lo abate también.

                                                                                  (Testimonio de Daniel Alarcón Ramírez, “Benigno”)

El comandante “Miguel”, Manuel Hernández Osorio, cayó el 26 de setiembre de 1967 en Bolivia. Había nacido en Santa Rita, Oriente, en la Cuba de Batista, un 17 de marzo de 1934, fue fundador del Movimiento 26 de Julio y se unió a Fidel Castro Ruz desde el principio de la insurrección.