JOSÉ MARÍA MARTÍNEZ TAMAYO (RICARDO)

 

Esta mujer delgada, que no se cansa nunca, que siempre está dispuesta a trabajar por la revolución, dio sus dos únicos hijos varones a la total y definitiva liberación americana: José María, de quien se contará y René, caído junto al Guerrillero Heroico - Ernesto Che Guevara -, el 8 de octubre de 1967. Ambos integran las filas del heroico Ejército de Liberación Nacional. Por ambos no está triste Lucía, porque: “Cayeron como ellos querían: peleando por la libertad.”

El que sigue, es el testimonio que sobre José María Tamayo, “Ricardo”, brinda Daniel Alarcón Ramírez, compañero de lucha:

“Papi” y “Aniceto” (“Papi” era también un nombre de Martínez Tamayo) van a cubrir un camino por donde le pueden llegar refuerzos al enemigo y luego, cuando ellos intentan retirarse, les enviamos desde donde estaba mi grupo a “Raúl”, que conoce mejor el lugar para que les sirva de práctico, les indicara que deben coger por la maleza, para llegar hasta nosotros.  Es ahí cuando “Papi” en un gesto característico suyo, de desprecio a la muerte, se lanza a cruzar no por la maleza sino por el arenal, a la vista del enemigo. El Ejército les abre fuego y desde donde estamos nosotros vemos cómo uno de ellos cae y luego cae otro. En realidad, aunque pensamos que los habían alcanzado a los dos, “Aniceto” se lanza cuando ve que cae “Ricardo”. Cuando acuden a rescatarlos, muere de un balazo en la boca el boliviano “Raúl” y “Pacho” es herido. (…) Cuando llegamos junto al Che le explicamos lo sucedido y es ahí cuando vemos que el único plasma que teníamos se ha quedado en la mochila del boliviano “Willi”, cuando éste la dejó para ayudar también con “Ricardo”. Buscamos un lugar donde prestarle auxilio y se puso una emboscada por si venía el enemigo. A “Arturo”, como es lógico, ya que eran hermanos que se querían entrañablemente, se le vinieron las lágrimas a los ojos viendo a “Papi” tan mal, pero aún así fue a participar en la emboscada. Che le dio aliento pero ¿qué se podía decir?

“Papi” se mantuvo con conocimiento todo el tiempo, casi hasta el momento mismo de morir. Y sin el más mínimo gesto de debilidad o temor. Era de una fortaleza física y de una fortaleza moral extraordinarias. Poco antes de morir dijo que tenía frío y yo le hice dos hogueritas, una a cada lado, para que le dieran calor. Teniéndolo sobre mis piernas, su cabeza sobre mis piernas, pidió un poquito de café y Che ordenó que le hiciéramos casi el único café que nos quedaba. Y cuando se lo hice, y fui a dárselo, ya estaba tan mal que tuve que coger un tubito y por el tubito dejárselo caer dentro de la boca.

Cuando mandaron a buscar a “Arturo”, éste se sentó a su lado. Y sentado al lado, “Papi” puso una mano sobre la pierna de René y comenzó a apretarle la pierna… era su último gesto de cariño por aquel valeroso muchacho que, desde niño, había sido seguidor suyo en el heroísmo -también se había lanzado contra Batista-  y el coraje revolucionarios. Era el último gesto de aquél hombre tan sensible y tan bueno que se llamó José María Martínez Tamayo, “Papi” o “Ricardo”.

“Cuando murió - relató “Arturo”, antes de morir a su vez también él -, estaba en mis piernas mi hermano “Ricardo”. El hermano de todos allí, “Ricardo”. Che también estaba y luego escribiría, él, tan parco a la hora de calificar la actitud de los hombres: Era un extraordinario combatiente.”

Ocurrió el 30 de julio de 1967, en Bolivia