MIÉRCOLES 12 DE DICIEMBRE

 

GRUPO DE FIDEL

Durante toda la madrugada y parte del día 12, bajo un intermitente aguacero, Fidel y sus dos compañeros se turnan en la observación de la casa. Están apostados en el monte, a menos de 200 metros, en la cima de una pequeña elevación. A esa distancia, la casa y sus moradores parecen estar al alcance de la mano a través de las miras telescópicas de los fusiles.

A las 4:00 de la tarde no se ha observado nada que resulte sospechoso. La familia campesina se ha dedicado a sus ocupaciones normales. A esa hora Fidel ordena a Faustino que baje hasta la casa a buscar información, y le dice que pida comida para veinte o veinticinco hombres a fin de desorientar con relación al tamaño del grupo expedicionario. Al poco rato ya están reunidos de nuevo en la vivienda.

El dueño de la casa se llama Daniel Hidalgo, y su esposa Cota Coello. Al conocer quienes son los que han llegado, ofrecen lo poco que tienen. Esa tarde los combatientes sacian su hambre vieja con lechón y vianda, y toman agua por primera vez en siete días. Universo consigue un par de alpargatas en la casa, lo cual le permite botar los mazos de hierba que tiene metidos en las medias.

Fidel interroga a los campesinos. Estos le informan todo lo que han oído decir sobre el desembarco y los crímenes que han cometido los guardias con los expedicionarios. Le explican también los distintos caminos que pueden seguir para internarse en la Sierra.

Es de suponer la impresión que han de haber causado en el ánimo de Fidel, Faustino y Universo las noticias sobre la total dispersión del destacamento expedicionario, y sobre los asesinatos de tantos compañeros tan queridos. Aunque el ejército ha dicho que han muerto en combate, es imposible ocultar a la población campesina de la zona la verdad de los crímenes cometidos prácticamente ante sus propios ojos. Las versiones reales de los hechos se han regado ya por la montaña como pólvora.

La familia Hidalgo Coello no forma parte de la red campesina creada por Celia Sánchez para recibir el desembarco. Ni son militantes del Movimiento 26 de Julio, ni han participado jamás en actividades políticas. Estos primeros campesinos con los que topa Fidel después de Alegría de Pío, son simplemente gente humilde y trabajadora, víctima como toda su clase de la explotación de los latifundistas y especuladores y del atropello de la Guardia Rural, y naturalmente sensibles, en consecuencia, cuando se trata de ayudar a alguien que viene a luchar contra los que ellos quizás hubieran luchado. A muchos como ellos se debe también en gran parte el hecho de que una buena cantidad de expedicionarios hayan salvado sus vidas.

Esa misma noche los combatientes prosiguen la marcha. Un amigo del dueño de la casa los lleva, atravesando el arroyo Maicito, el río Toro y el camino de Las Guásimas, y subiendo por la loma del Copal, hasta la loma de la Yerba.

 

GRUPO DE RAÚL

Poco después del amanecer, Raúl escribe en su diario:
“Dormimos aquí en la ladera, a un costado del barranco que bajamos ayer entre las piedras grandes algo desprendidas. Dormimos bastante mal, aunque no había muchos mosquitos ni frío; seguiremos esperando al campesino; según Ernesto, nunca había tardado tanto. El sol nos salió completamente de frente, el amanecer fue bello. Estamos llenos de esperanzas.”

Es natural el tono de estas últimas anotaciones. Hace tres días que Ernesto Fernández está siendo atendido diligentemente por Neno Hidalgo y otros miembros de la familia de este campesino. La perspectiva de calmar el hambre y la sed, reponer fuerzas y obtener información siembra un nuevo ánimo en Raúl y sus compañeros.

Alrededor de las 10:00 de la mañana llegan los campesinos con el desayuno de Ernesto, y para su sorpresa encuentran que ya no es uno, sino son seis. Prometen regresar más tarde con provisiones para todos, y, en efecto, a las 2:00 regresan Baldomero Cedeño y Crescencio Amaya con agua abundante y un suculento almuerzo. Esa tarde, Raúl se entera de las terribles noticias de los asesinatos de sus compañeros en la boca del Toro y otros lugares. El resto del día descansan y reponen energías.

Raúl concluye sus anotaciones de esta forma:

“Por la noche decidimos dormir en un platanal que estaba a unos 30 metros más abajo, porque en las piedras no se podía dormir bien. La noche estaba magnífica, sin frío y sin mosquitos. Vine a dormirme como a las doce. Parece que la digestión me molestaba, ya que hacía días el estómago no trabajaba. Lloviznó un poquito a las 11.”

 

GRUPO DE ALMEIDA

Durante el día 12, el grupo de combatientes encabezado por Almeida se distribuyen convenientemente en el monte para evitar una sorpresa y se ocultan lo mejor posible. El día transcurre sin novedad. Ven pasar varias veces sobre sus cabezas una avioneta que vuela a baja altura, y desde la cual alguien dice algo con altoparlantes. Almeida presume que son exhortaciones a la rendición de los expedicionarios que aún quedan dispersos, lo cual les hace abrigar la esperanza de que no son los únicos que se han salvado hasta el momento.

En todo el día tampoco han encontrado nada que comer.

Por la noche emprenden de nuevo el camino en busca de las zonas más altas que se vislumbran hacia el nordeste. Han llegado a Las Guásimas. En una casa cercana se escucha el sonido de una orquesta.

Almeida, Ramiro y Che opinan que no deben acercarse. El resto del grupo considera que hace falta conseguir algo de comer. Ramiro y Che se acercan. Ya están a poca distancia. De repente la música cesa y se escucha una voz: * y ahora vamos a brindar por todos nuestros compañeros de armas, que han tenido una actuación tan brillante en estos días. *

No hace falta más. Son guardias los que están reunidos festejando sus supuestas hazañas militares contra combatientes desarmados e indefensos.

A esa misma hora, del otro lado del río Toro y a poco más de dos kilómetros de distancia, Raúl y sus compañeros están cambiando impresiones con Ernesto Fernández en el improvisado abrigo del farallón del Blanquizal.

Los combatientes del grupo de Almeida se retiran pronto de la zona. Comienzan a trepar hacia el alto de Las Guásimas. Más allá sigue ascendiendo un estribo de la loma del Regino.

Avanzan lentamente. Las piernas se resisten. Cada paso exige un supremo esfuerzo de voluntad. Para todos es evidente que no podrán resistir otra jornada sin un poco de alimento.