DOMINGO 16 DE DICIEMBRE

 

GRUPO DE FIDEL

Desde lo alto de la loma de la Nigua, Fidel y sus acompañantes observan durante un rato los alrededores en la madrugada del 16. Hay luna llena. A sus pies, en la misma falda de la loma, se extiende un umbroso cafetal. Abajo serpentea un arroyo, y del otro lado, hay más café. El relieve se diluye en blandas colinas, algunas sembradas de caña, otras abiertas en verdes potreros, mientras que en algunos lugares señorea aún el monte. Es la finca de Ramón Pérez, hermano de Crescencio, que se prolonga hasta donde el río Vicana y el camino real de Purial corren enlazados cortando a lo ancho el panorama, a dos kilómetros de la Nigua.

Comienza a clarear el día cuando el grupo desciende por una falda de la loma. Atraviesan los cafetales, dan un pequeño rodeo y salen al borde del potrero que está al fondo de la casa de Mongo Pérez. Son aproximadamente las 7:00 de la mañana.

A los pocos minutos aparece el dueño de la finca, a quien ha ido a avisar uno de los prácticos. Después de un cambio de impresiones con él, Fidel establece su campamento entre unas palmas jóvenes, en el centro de un pequeño campo de caña. El resto de ese día y esa noche, los combatientes reponen sus gastadas energías. Al fin pueden dormir sin sobresalto.

Ese mismo día, Guillermo García e Ignacio Pérez parten de nuevo con la encomienda de Fidel de hacer contacto con otros grupos de expedicionarios y recoger la mayor cantidad de las armas que hayan podido quedar abandonadas u ocultas.

 

GRUPO DE RAÚL

Al amanecer del día 16, poco más o menos a la hora en que Fidel llega a la finca de Mongo Pérez, los combatientes del grupo de Raúl acampan en la zona de La Manteca, después de haber seguido caminando toda la madrugada y haber pasado por la casa de Ramón Coello. El lugar es alto y resguardado. Los hombres se disponen a descansar después de la fatigosa jornada nocturna, y comen la yuca que les han hervido en la casa del campesino.

Apenas una hora después, se escuchan unos tiros. Armando Rodríguez sale a tratar de precisar la procedencia de los disparos, y es visto por un niño. Raúl escribe:

“Decidimos abandonar el lugar a esa hora. Difícil tarea ésta, ya que estábamos prácticamente rodeados de bohíos y nos podrían ver. Tuvimos que bajar por tremendos farallones, y en forma de cadena íbamos pasándonos los rifles y nuestra pequeña jabita, que ya lo único que contenía era un poco de aceite, ajo, sal y un poquito de café, además del machetín, algunas laticas vacías.”

El día anterior un campesino los ha tomado por guardias rurales, y aprovechan el equívoco para poder avanzar con más seguridad en esa necesaria caminata diurna. Prosiguen todo el día sin detenerse, eludiendo en lo posible el contacto con los campesinos. Durante esta jornada, ocultan el fusil sobrante y Raúl prepara un croquis del lugar, que posteriormente permite localizarlo por intermedio de Guillermo.

Por fin, en la tarde del propio día 16, después de una agotadora y difícil marcha a través de las montañas, llegan a la carretera de Pilón, en un punto situado a unos cuatro kilómetros al Sur de la alcantarilla por donde había cruzado Fidel la noche anterior. Veamos el relato del propio Raúl:

“Esperamos una hora para que oscureciera, mientras se observaría los movimientos de la zona opuesta. En ese intervalo, estuvo cayendo una fina lloviznita. Ya, momentos antes había aparecido un bonito arcoiris, que hacía tiempo no veía. […] Por fin a las seis y media, aunque había luna llena y brillante, cruzamos. Bajamos por un pequeño barranquito, cruzamos un río-arroyo, y nos internamos en un cañaveral. […] Volvimos a internarnos en otro tupidísimo y mojado cañaveral, que fue un verdadero tormento pasarlo. […] Salimos a un maizal, nos comimos dos o tres mazorcas crudas, y al subir por una cañada, nos topamos con la carretera. Sale Armando a explorar y nos confundió, pues como este tramo era de mejor aspecto, pensó que el anterior era un camino y esta de ahora la verdadera carretera. Y medio confundidos e incrédulos, volvimos a pasar. Subimos una hondonada pedregosa y debajo de unos arbolitos en un pequeño bosque nos acostamos como a las once de la noche. Aunque teníamos la ropa algo mojada, por lo extenuados que estábamos dormimos enseguida.”

Lo que ha ocurrido es que, en ese lugar, la carretera describe una amplia Z entre las montañas. De hecho, esa noche los combatientes han cruzado dos veces la vía, pero no la han dejado atrás.

 

GRUPO DE ALMEIDA

Los siete combatientes al mando de Almeida vuelven a reunirse en la mañana del día 16. El resto de la jornada transcurre sin ningún incidente de importancia.

Esa misma mañana, ya Fidel y sus dos compañeros han llegado a la casa de Mongo Pérez, y Guillermo ha regresado para encaminar al grupo de Almeida y cumplir la misión de recoger armas dispersas. Con Fidel en lugar seguro, ya no es preciso seguir manteniendo la discreción de los días anteriores. Che puede anotar esa noche lo siguiente:

“Se confirma la presencia de Alejandro. La reunión será en las montañas.”