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Gran Gabiyo 100%

 

MARTES 18 DE DICIEMBRE

 

GRUPO DE FIDEL

 

La mañana del 18 comienza tranquila para Fidel, Faustino y Universo. Como se va haciendo costumbre, Severo Pérez, cuñado de Mongo y Crescencio, llega poco después del amanecer al campamento, bajo las palmas y entre las cañas, con el desayuno de los combatientes.

Alrededor de las 10:00 de la mañana se acerca al lugar Primitivo Pérez, un muchacho que vive y trabaja en la finca. Trae una cartera de piel que le han entregado en la casa de Mongo para que la lleve a Fidel. Dentro está la licencia de conducción mexicana de Raúl.

-¡Mi hermano! –dice Fidel con alegría cuando ve el documento-. ¿Dónde está?

Y luego inquiere de inmediato, sin esperar la respuesta a la pregunta anterior:

-¿Anda armado?

Primitivo le explica que esa mañana Hermes Cardero, un vecino, ha traído la cartera para entregársela a Mongo. Hermes dice que se la dio un hombre que llegó esa madrugada a su casa, y que se identificó como Raúl Castro. Faustino y Universo se acercan, contentos. Alguien observa que es preciso tener cuidado, pues puede ser una estratagema del enemigo para sorprender a Fidel. Este medita un momento, y da con una solución.

-Mira –le dice a Primitivo-, yo te voy a dar los nombres de los extranjeros que vinieron con nosotros. Hay uno argentino que se llama Ernesto Guevara, y le dicen Che; otro, dominicano, que se llama Mejía y le dicen Pichirilo…

Y escribe los nombres y apodos en un pedazo de papel.

-Tú te aprendes estos nombres, y regresas, y le preguntas a él que te los diga, con los apodos. Si te los dice todos bien, ése es Raúl.

Primitivo parte ligero hacia la casa de Hermes. Poco después del mediodía regresa sonriendo, con la noticia de que el interrogado ha pasado la prueba. No cabe duda de que es Raúl, y viene con otros cuatro, todos armados.

Fidel no cabe en sí de la impaciencia. Han acordado esperar a la noche para traer el grupo. Cada minuto parece eterno.

Al fin, a la medianoche, sienten acercarse a unos hombres. Bajo las palmas nuevas del cañaveral de Mongo Pérez los dos hermanos se estrechan en un emocionado abrazo, y se produce el diálogo histórico:

- ¿Cuántos fusiles traes? –pregunta Fidel a Raúl.

- Cinco.

- ¡Y dos que tengo yo, siete! ¡Ahora sí ganamos la guerra!

El resto de la noche pasa en animada charla. Comentan las vicisitudes pasadas, se preguntan sobre el destino de los demás expedicionarios. Pero sobre todo, hacen planes para el desarrollo futuro de la lucha.

 

GRUPO DE RAÚL

 

Los cinco combatientes del grupo de Raúl descansan unos minutos y bajan luego por una falda en dirección a la vaquería. Juan Rodríguez, empleado de la finca, está ordeñando y les brinda leche, tibia todavía. Doscientos metros más adelante está la casa de Hermes Cardero.

Después de indagar con el ordeñador datos sobre el dueño de la finca, Raúl se acerca a la vivienda y llama. Sale Hermes. El combatiente le pide algo de comer para seguir camino, aunque su objetivo principal es obtener información sobre otros expedicionarios. Hermes, desconfiado, le pregunta quién es. Raúl se identifica como el capitán Luar Trosca, guerrillero.

Entran en la casa y siguen conversando con mutua desconfianza. Hermes pregunta qué garantías puede tener de que no son guardias. Raúl saca su licencia de conducción y dice:

-Yo realmente soy Raúl Castro, hermano de Fidel.

Hermes le plantea que deben quedarse esperando en la casa, pues hay noticias de que otros revolucionarios están cerca. En realidad, el campesino, que forma parte del grupo de confianza de Mongo Pérez, sabe que por la finca vecina han pasado algunos expedicionarios, y que en ese momento hay un pequeño grupo de ellos allí.

Raúl accede, pues la conducta y las palabras de Hermes le inspiran confianza. Pero opta por acampar fuera de la vivienda, en algún lugar protegido desde el cual puedan batirse sin estorbo y retirarse en caso necesario. Cardero esconde al grupo en un cafetal cercano y les lleva desayuno. Luego parte a avisar a Mongo Pérez. Lleva consigo la cartera de Raúl. Mientras tanto, sin que nadie lo sepa, Raúl se mueve para otro cafetal como medida de seguridad y para poder observar mejor todos los alrededores.

Al mediodía, después de un espléndido almuerzo en el nuevo campamento, llega Primitivo Pérez. Comienza a conversar y a interrogar a Raúl, según las instrucciones que ha recibido de Fidel. Cuando el combatiente le recita los nombres y apodos de los extranjeros de la expedición, la recia cara de Primitivo se parte en una ancha sonrisa:

-Bueno, pues déjeme decirle que Fidel está aquí, cerca de ustedes.

La alegría estalla incontenible. El campesino informa que a la noche los vendrá a buscar para llevarlos adonde está Fidel. Esa noche los combatientes comen hasta hartarse. Poco después, llegan Primitivo y Omar Pérez, este último hijo de Severo.

Raúl describe el encuentro en estos términos.

Por fin, a la luz de la luna, aparecieron algunos campesinos y como a las 9:00 p.m. enfilamos precedidos por ellos cuatro. No caminamos mucho cuando se detuvo la vanguardia y emitió unos cuantos silbidos que contestaron a varios metros. Llegamos, y a la orilla de un cañaveral nos esperaban tres compañeros. Alex [Fidel], Fausto [Faustino] y Universo. Abrazos, interrogaciones y todas las cosas características de casos como estos. A Alex le alegró mucho que tuviéramos las armas.

Nada más. Es suficiente.

 

GRUPO DE ALMEIDA

 

Durante todo el día 18, los combatientes del grupo de Almeida permanecen ocultos en el campo de yuca.

Varios vecinos de la zona, entre ellos Chuchú Iznaga acuden a saludarlos y a brindar ayuda.

La intención de Almeida es emprender la marcha por la noche, pero llega Guillermo con instrucciones de que esperen. Se lleva consigo a Chao para que lo acompañe a buscar unas armas que han aparecido.