LUNES 3 DE DICIEMBRE

 

Amanece el día 3 de diciembre. El hambre atenaza los estómagos de los expedicionarios. Raúl escribe:

“Al levantarnos sentíamos como si la tierra se moviera, eran los efectos del barco, que aún nos duraban. Seguimos caminando en fila india. El avión Catalina de la Marina nos obligaba a escondernos a ratos.”

La columna atraviesa un bosque de árboles altos y coposos y entra en el diente de perro. La piedra aguda destroza las botas. La marcha se hace fatigosa. No se encuentra ni gota de agua en la ruta.

Cerca del mediodía, en El Mijial, la vanguardia llega a la casa de Zoilo Pérez Vega, conocido en la zona por Varón Vega. La familia prepara comida. Matan unas gallinas, hacen caldo para los más débiles, cocinan yuca y ofrecen ricos panales de miel. Algunos, como Cándido González, comen tanta miel que sufren los efectos después del ayuno prolongado. Toman agua hasta saciarse. Después de llenar las cantimploras - algunos de agua y otros de miel - y de recoger unos cantos boniatos crudos, prosiguen la marcha alrededor del mediodía.

El rumbo general por la mañana ha sido hacia el Sur. Ahora se encaminan en dirección al sureste. Van buscando la entrada a una trocha o corte transversal en el monte que divide de Oeste a Este las tierras de la Beattie Sugar Company de las de otros latifundios. Todo el resto de la tarde la columna camina por la trocha.

Raúl anota:

“Ya oscureciendo, y después de una agotadora jornada con varios intervalos de pequeños descansos, por un trillo muy bien protegido por los árboles que los cubrían arriba, llegamos a un claro del bosque, donde tres campesinos estaban haciendo carbón. Pero resultó que cuando éstos vieron a nuestra vanguardia, con el negrito Armando [Mestre], camuflajeado con hierbas en la cabeza y una ametralladora en la mano, se dieron a la fuga dejando hasta las hachas.”

El grueso del contingente acampa en el bosque mientras un grupo prepara comida con las provisiones que encuentran en el lugar. Hay agua, y la pequeña ración de arroz blanco y frijoles negros resulta un banquete.

Che asume así los acontecimientos de este segundo día en tierra cubana.

“Caminamos a paso lento, los aviones de reconocimiento se suceden continuamente. Hacemos una sola comida. Por la noche se extravía Luis Crespo.”

Crespo, en efecto, ha salido detrás de los carboneros y no regresa. La noche va cayendo sobre el monte. Al final de las anotaciones de este día, Raúl escribe:

“Partimos con la tristeza de perder a un compañero más. […] Ya habíamos perdido a nueve compañeros por extravío, sin tener un solo combate. Debido a lo espeso del bosque, no pudimos separarnos mucho del bohío, así que acampamos cerca, distribuimos las guardias y a dormir. Se sentían unos cangrejos grandísimos caminar por las malezas que parecían tanques de guerra pequeñitos.”