JUEVES 6 DE DICIEMBRE

 

GRUPO DE FIDEL

Al amanecer del día 6, Fidel y sus dos compañeros discuten qué hacer. Fidel está preocupado por la suerte del destacamento, e insiste en buscar al personal disperso con el fin de reagruparlo. Pero al cabo, a instancias de Faustino y Universo, se convence de lo inútil de ese intento. Resulta muy improbable encontrar a nadie dentro de aquel mar de caña o ese inconmensurable monte que se extiende más allá, sin correr a su vez el riesgo de ser descubierto. Confía, además, en que todos aquellos que hayan logrado escapar y tengan la suerte de no ser capturados o caer en emboscadas, cumplirán su orden de marchar hacia la Sierra. Ya una vez allí, el reagrupamiento es más factible.

Discuten entonces la mejor ruta a seguir. Los criterios están divididos. Fidel prefiere permanecer en el monte y moverse dentro de él hacia el Este, en busca de la Sierra. Faustino argumenta que en la caña, y no en el monte, es donde podrán encontrar con qué calmar el hambre y la sed. Al fin, deciden salir de nuevo a los cañaverales.

Los tres combatientes cruzan algunos campos de caña nueva. Al principio tratan de orientarse por los postes floridos de una vieja cerca de júpiter. Pero no es fácil conservar un rumbo definido dentro de la caña.

Alrededor del mediodía son descubiertos por los aviones que han comenzado a sobrevolar desde el amanecer. Tratan de ocultarse en la manigua de un lote de caña en demolición. El avión ametralla a menos de cincuenta metros y se dan cuneta de que no pueden permanecer allí. Después que ha pasado, corren unos cuantos metros hasta el cayo de caña más cercano y se cubren con la paja. El avión vuelve a pasar y ametralla exactamente el lugar que acaban de dejar. Un pase, otro, otro. Después de cada uno, se llaman a gritos para comprobar si todos están vivos.

Aprovechan un momento de calma para cambiar de escondite, como medida de mayor seguridad. Ahora se hunden en la paja a unos cincuenta metros de distancia. A pesar de la tensión del momento y el peligro en que se encuentra, el sueño quiere vencer a Fidel. Es mucho el agotamiento físico y nervioso de los últimos días. Sin embargo, no quiere que los guardias lo sorprendan dormido e indefenso. Al fin lo vence el cansancio, pero antes asegura la culata del fusil entre sus piernas dobladas, le quita el seguro al arma, oprime ligeramente con el dedo el primero de los dos gatillos - el que funge como suavizador para lograr una mayor precisión en el disparo - y apoya la punta del cañón debajo de la barbilla. En caso de sorpresa, el enemigo no podrá capturarlo vivo. Así duerme varias horas.

Al caer la noche, los tres hombres avanzan hacia el Este hasta un cañaveral más crecido, y de nuevo se sumergen en la paja. Han caminado ese día alrededor de un kilómetro por dentro de la caña y la maleza, y no han comido ni bebido absolutamente nada.

 

GRUPO DE RAÚL

El día 6, Raúl describe en su diario la inusitada actividad de la aviación enemiga por los alrededores. Ignora que uno de los objetivos principales del ametrallamiento es el propio Fidel, refugiado en su tenue coraza de paja a pocos cientos de metros de distancia.

“Detienen el pequeño bombardeo y yo sigo escribiendo y mientras esté con vida, que tal vez se acabe hoy o mañana, seguiré reportando en mi diario, en el instante, si no estoy corriendo, las cosas que vayan ocurriendo. En este momento estamos los seis compañeros tirados bocabajo y pegados a un árbol con algunos metros de separación… Doce en punto. Sigue el violento cruceteo de aviones en picadas unos, otros en vuelo rasante. No han vuelto a disparar.

Tres ráfagas de ametralladora, nueve o diez ráfagas más. Están ametrallando el bosque. ¡Bueno, esto es emocionante, peligros y triste! Voy a descansar un rato y a fumarme un cigarrillo, mientras sigue la fiesta. ¡Confío en que la naturaleza nos proteja hasta que podamos salir de este cerco! Ignoramos la suerte del resto del destacamento. Ojalá se salven ellos por lo menos y puedan seguir la lucha hasta el triunfo de nuestra causa (son las doce y cinco).

René el Flaco [Rodríguez], desde su escondrijo, me pide una colilla de cigarro; lo único que nos queda es una papa cruda que será la comida de los seis de hoy. Ya ni agua nos queda. 12 y 40. Creo que esta noche tendremos que alejarnos de aquí de todas formas, ya que tenemos cuatro amenazas: los aviones, los soldados, el hambre y la sed, sin contar el cansancio y la falta de dormir. Los aviones vuelan hasta el oscurecer.”

Esa mañana los combatientes avanzan en total poco más de un kilómetro.

 

GRUPO DE ALMEIDA

La configuración del diente de perro resulta sumamente ingrata para el tránsito del hombre. los filos y las puntas de esta roca laceran los pies y destrozan cualquier tipo de calzado. Una caída al caminar sobre esta escabrosa superficie puede tener peligrosas consecuencias. Es difícil sostener la vida humana por un tiempo prolongado en este terreno agresivo. Llueve muy poco, y sólo quedan las huellas de cauces fósiles de arroyuelos que debieron escurrirse por ocultos sumideros. A la ausencia de agua se añade la escasez de una fauna comestible por el hombre. Sólo los cangrejos, dueños absolutos de la roca, y algunas especies de reptiles, pueden calmar el hambre del que se aventura por estos parajes desolados, donde la presencia humana apenas ha dejado una huella sensible.

Este es el inhóspito lugar en que despiertan en la mañana del día 6 los combatientes que han seguido a Almeida. No les queda casi agua y llevan prácticamente varios días sin comer. Disponen sólo de una lata de leche condensada, pero descubren con angustia que Reynaldo Benítez, quien la tiene en uno de sus bolsillos, la había guardado boca abajo y el líquido espeso se ha derramado casi todo.

Comienzan a caminar. Chao propone ocultarse de día y avanzar sólo de noche. Deciden, por tanto, refugiarse en una enorme cueva que abre sus fauces de piedra al borde mismo del monte. Están cerca de La Esperanza, y durante todo el día escuchan a lo lejos la actividad del enemigo. Muy cerca, quizás a menos de 300 metros, están Raúl y los demás de su grupo.

Almeida y sus compañeros también escuchan el ametrallamiento de que es objeto Fidel. Che apunta en su diario:

“Oímos ruido de combate a poca distancia. Los aviones ametrallaban. Salimos a la noche orientándonos por la luna y la Estrella Polar hasta que se perdieron y dormimos.”

Creen haber caminado hacia el Este. En realidad van derivando hacia el Sureste, en dirección a los acantilados de la costa.