TAMARA BUNKE BIDER (TANIA)

 

Todo nuestro pueblo conoce a Tamara Bunke Bider, “Tania”. Está en el libro sobre su heroica vida, donde se detalla cuidadosamente todo el extraordinario trabajo que le tocó realizar en la organización del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia. Por eso yo quiero referirme a la forma en que yo la vi, a la forma en que la vimos todos sus compañeros de guerrilla y lo que Tania significó para todos nosotros. Su caso, como el de “Papi”, es muy singular, pues sobre ellos dos recayó toda la responsabilidad de crear las bases organizativas que permitieran el arribo de todos nosotros posteriormente. Incluso “Tania” llegó primero que “Ricardo” (José María Tamayo), y durante meses permanece trabajando sola, delicada misión que sólo una mujer de sus altos principios comunistas y su brillante inteligencia podía realizar con éxito. Y el trabajo suyo fue magnífico.

Desde que estábamos en el entrenamiento sabíamos que había una mujer trabajando en Bolivia pero yo no la conocía. Creo que pocos la conocían. Naturalmente, pensábamos que había de ser una muchacha de cualidades excepcionales, para que “Ramón” le hubiera confiado tan delicada tarea.

Como conté, “Alejandro” y yo fuimos para su casa al llegar a La Paz. Y ahí vimos a la mujer que ya nos era familiar por tanto oír hablar de ella. Rubia, de ojos verdes, muy femenina, “Tania” era lo que todos llamamos una mujer hermosa. Deportista, tenía una figura esbelta, sumamente atractiva. Y apenas conocerla, uno se daba cuenta que también era simpática, fina y culta. Enseguida te ganaba “Tania” porque, pese a todos esos rasgos de su personalidad, era muy sencilla, no trataba de que la halagaran en su condición de mujer. Al contrario, quería ser vista como un soldado más, sin recibir trato especial alguno. Esa misma noche lo demostró a la hora de dormir, como se verá en la anécdota que ahorita contaré.

Y bien, “Tania” preguntaba de Cuba, de Fidel, de la Revolución, de todo lo que le era querido. Inmediatamente nos puso música cubana para que la oyéramos. Adoraba la música latinoamericana y tenía grabaciones de gran valor en su poder. En su deseo de que nos sintiéramos bien, en su papel de “ama de casa” dijo que nos iba a cocinar… pero ojalá no lo hubiera intentado. Como cocinera era un desastre. A los bisteques les echó picante y demasiado vinagre y como estaba conversando con nosotros, se le olvidó el arroz, que se quemó totalmente. La carne, semiquemada, con vinagre y picante, no se podía tragar. Puso una cara de desconsuelo tremenda, pero poco a poco ya había buscado la solución: se fue a un “estadium” que quedaba cerca y trajo dos pollos y papas que, para evitar un nuevo “olvido”, nosotros mismos le ayudamos a preparar. Aquella muchacha era incansable. Seguimos oyendo música y hablando y entonces nos dijo que “Alejandro” y yo podíamos dormir en su cama, y que ella iba a dormir en un sofá.

Nosotros nos negamos y cogiendo unas mantas y unos ponchos, los tiramos en la sala, sobre el piso. Ella tenía que recibir un mensaje a las dos de la mañana y se quedó despierta, esperando. Nosotros nos dormimos enseguida, porque estábamos muy cansados y ¿qué vemos cuando abrimos los ojos? Pues que “Tania” no había querido dormir en su cama. Si sus compañeros dormíamos en el suelo, ella no aceptaba dormir en una cama. Y cuando terminó de recibir el mensaje se echó allí a nuestro lado, y ahí amanecimos. Si algo faltaba para que “Alejandro” y yo nos sintiéramos hermanados ya para siempre con aquella compañera, aquel gesto suyo, conmovedor por lo sencillo, resultó decisivo.