CARLOS COELLO (TUMA)

 

Desde marzo de 1959 Carlos Coello es designado escolta del comandante Ernesto Guevara de la Serna. Desde ese momento lo acompañará siempre, irá a su lado en el auto, entrará con él donde quiera que visite el dirigente cubano. Che le pone maestro, pero Carlos dice jovial: “¿Para qué leer? Que lean Fidel, Che, Raúl… y que avisen cuando haya que coger el fusil…”

Aunque equivocada, la frase dignifica a quien la pronuncia por lo que entraña de confianza y fidelidad a los jefes de la Revolución.

Sólo se apartará del Che para ir por dos o tres zafras como machetero permanente a la provincia de Camagüey. Como en el combate, Carlos es “largo” con la mocha. Luego, cuando su jefe le dice que no debe ir más a los cortes, que participará junto a él en los trabajos voluntarios, el fiel guajiro será el ejemplo también en esta tarea.

Y llega la epopeya inmortal de Bolivia. Otras tierras reclaman el amor a los humildes y a los pobres del mundo. Es la América martiana, bolivariana, que subsiste pisoteada por la bota de los extranjeros y los traidores. Con su adarga al brazo, parte nuevamente hacia el tableteo de las ametralladoras revolucionarias ese Quijote de nuevo cuño, que expone la sangre por la defensa de sus sueños maravillosos: Che, y junto a él va el teniente Carlos Coello, luego de haber contraído matrimonio con la joven Esmérida Ferrer, y de tierna luna de miel que apenas dura cinco meses.

Al llegar a La Paz, Ernesto Guevara, “Ramón”, parte en compañía de “Tuma” rumbo a la zona de operaciones. Coello ha llegado tres meses antes y participado en la organización del alzamiento guerrillero.

Por orden de llegada, “Ramón” le da el número tres en la estructura guerrera, al combatiente internacionalista Carlos Coello, “Tuma”. Ya en el monte, junto a Leonardo Tamayo, “Urbano”, tendrá la responsabilidad de velar por la seguridad personal del Jefe.

Contará “Pombo” que “Tuma” siempre estaba pidiendo que “Ramón” lo dejara combatir. Aquel 26 de julio de 1967, Che accede a que participe en una emboscada que le han tendido al ejército. Tienen que relevar a un grupo que está a las órdenes del primer capitán Manuel Hernández, “Miguel”, pero al llegar donde la otra tropa se produce el encuentro con los soldados enemigos. “Parecía que todo transcurría tranquilamente y había mandado cinco hombres a reemplazar a los emboscados en el camino de Florida, cuando se oyeron los disparos (…) di orden de retirada, ya que llevábamos las de perder en esas condiciones. La retirada se demoró y llegó la noticia de dos heridos: “Pombo”, en una pierna y “Tuma” en el vientre. Lo llevamos rápidamente a la casa para operarlos con lo que hubiera. La herida de “Pombo” era superficial y sólo traerá dolores de cabeza su falta de movilidad, la de “Tuma” le había destrozado el hígado y producido perforaciones intestinales; murió en la operación.

Con él se fue un compañero inseparable de todos los últimos años, de una fidelidad a toda prueba y cuya ausencia siento desde ahora como la de un hijo. Al caer pidió que se me entregara el reloj, y como no lo hicieron para atenderlo, se lo quitó y se lo dio a “Arturo”. Ese gesto revela la voluntad de que fuera entregado al hijo que no conoció, como había hecho yo con los relojes de los compañeros muertos anteriormente. Lo llevaré toda la guerra…”

No cabía más alto honor para “Tuma”. Quien fuera abandonado por un padre insensible y probablemente ignorante, devenía hijo por su acción revolucionaria al lado del más virtuoso, inteligente y valiente de aquellos soldados de la libertad: el Guerrillero Heroico. Al caer, “Ramón” traía dos relojes en la muñeca: el suyo y el de “Tuma”. Ambos, siempre juntos, vivirán en el corazón de los pueblos que luchan por la plena dignidad del ser humano. “Tuma” tiene una gran familia, generosa, que cuidará su memoria, en la dimensión exacta de un continente.