Washington agrede

 

En 1959, y tras una larga lucha insurreccional en las montañas y ciudades, triunfa la Revolución en Cuba, país ubicado en lo que Estados Unidos consideró tradicionalmente su “traspatio natural”. La entrada del Ejército Rebelde en La Habana inicia una nueva historia, cuyos signos definitorios son la nacionalización de las principales empresas de servicio público, la puesta en práctica de una Ley de Reforma Agraria radical, la conversión de los mayores cuarteles militares en escuelas y la entrega de armas al pueblo para que defienda sus conquistas y aspiraciones. El proceso desatado continúa su avance esperanzador y define sus posiciones con la nacionalización de las empresas extranjeras, verdaderos instrumentos de empobrecimiento y explotación. Se desarrolla una conciencia social que se expresa en la Primera Declaración de La Habana.

Al comenzar el tercer año de vida revolucionaria, Cuba está enfrascada en tres batallas paralelas: un magno esfuerzo productivo en la Primera Zafra del Pueblo, la lucha contra bandidos y saboteadores instigados y armados por Estados Unidos para frenar una Revolución que no ha logrado corromper ni mediatizar, y una enorme Campaña de Alfabetización que moviliza a todo el país y representa la más hermosa y frontal lucha contra el oscurantismo realizada hasta entonces por un pueblo americano. En ese panorama se desata una escalada feroz y desesperada de Estados Unidos contra la Revolución Cubana.

En la mañana del 15 de abril de 1961, aviones bombarderos procedentes de aeropuertos norteamericanos dejan caer su carga mortífera contra la población indefensa y objetivos civiles y militares. Numerosas viviendas en la zona que separa el aeropuerto de Ciudad Habana, son destruidas o seriamente dañadas por proyectiles aire-tierra de gran calibre. En acción simultánea, la base aérea de San Antonio recibe un fuerte ataque, lo que se repite unos minutos después, a 900 kilómetros de distancia - evidencia de la coordinación y de los recursos de que disponen los agresores -, en el aeropuerto civil “Antonio Maceo” de Santiago de Cuba.

Luego de tres años de constante hostilidad contra la Revolución, Washington emprende una guerra no declarada, escudándose en la supuesta iniciativa de grupos de exiliados contrarios al comunismo, idea que sus alabarderos titulan “el enemigo principal” del hemisferio.

Puesto a prueba, el pueblo se dispone a defenderse y se organiza con una celeridad desconocida por el enemigo. A pesar de lo sorpresivo del ataque, la artillería de protección de campo replica con eficacia a los aviones piratas. Ese mismo día, el Comandante en Jefe Fidel Castro alerta al Ejército, a las Milicias y a toda la población: “Si este ataque fuera el preludio de una invasión, el país en pie de lucha resistirá y destruirá con mano de hierro cualquier fuerza que intente desembarcar en nuestra patria.”

La decisión combativa de todo el pueblo, la valentía de sus soldados y milicianos, y la certera conducción en la defensa, harán proféticas esas palabras.